La nube triste
En el rincón más alto del cielo, donde el azul se mezcla con el blanco como si fueran acuarelas, vivía una nube pequeña llamada Nila. No era grande ni esponjosa, como las que todos admiraban. Tampoco tenía forma de dragón, de oveja o de corazón, como las nubes que flotaban con gracia sobre los campos. Nila era más gris que blanca, y además… siempre tenía ganas de llorar. Cada vez que se miraba reflejada en el lago, suspiraba: —¿Por qué no puedo ser brillante como el sol? ¿Por qué mi forma no hace reír a los niños? ¿Por qué lloro tanto? Las otras nubes, sin querer, la hacían sentir peor. —¡Otra vez estás húmeda! —le decía Nubia, una nube elegante y orgullosa—. Vas a arruinar el desfile del cielo. Así que Nila decidió apartarse. Flotaba sola, lejos del campo, del mar, de los pueblos. No quería molestar a nadie con su tristeza. Pero algo estaba por cambiar. Durante semanas, el mundo debajo del cielo sufrió un calor extraño. Las flores se marchitaban, los árboles bajaban ...